NEUROANATOMÍA

Neuroanatomía de la escritura
(Texto de Dña. Rosario Barabino Maciá Dra. en Filosofía y Letras Grafopsicóloga)
No podíamos dejar a un lado la parte más tangible del proceso cognitivo de la escritura. ¿Cuál es el substrato morfológico donde se asienta tanta teoría grafológica? Pues esta es una pregunta difícil de contestar. La escritura es la gran desconocida de las neurociencias. La naturaleza misma de la escritura hace difícil su estudio fisionatómico, pese a esto no queremos limitarnos a aceptar su dificultad sin más, por eso aportaremos nuestra interpretación y analizaremos dos casos recogidos en la literatura científica que además de ser sumamente interesantes pudieran tal vez ser significativos y determinantes en la concepción de los mecanismos que posibilitan la escritura.
Hasta hoy, no se ha podido relacionar la escritura, ni las patologías de la misma, con un área determinada del cerebro. Se cree que la escritura es el resultado de la conexión de varias áreas del cerebro, sobre todo de cortezas asociativas. Tampoco se sabe con certeza la relación de la escritura con las áreas del lenguaje. Algunos autores creen que esta relación es muy estrecha, y otros creen que los centros que controlan la escritura serían totalmente independientes de aquellos que controlan el lenguaje.
Se cree que la escritura es en realidad el producto de la conexión de varias áreas del cerebro con la neocorteza. Queremos nombrar algunas cortezas que creemos pueden intervenir a la hora de desempeñar la función de escribir:
Área de BROCA: Es una región especial de la corteza frontal (corteza asociativa). Corresponde a las áreas 44, 45 y 46 de Brodman. Se encuentra muy desarrollado en el hemisferio derecho en las personas diestras. Proporciona los circuitos nerviosos para la formación de palabras, parte de este área se encuentra en la corteza prefrontal lateral posterior y parte en el área premotora. Ahí es donde se inician y se ejecutan los patrones motores del habla, y puede que tenga alguna función en la realización de los patrones motores de la escritura.

Área de WERNICKE: Es el área 39 y 40 de Brodman. Se encuentra muy desarrollado en el hemisferio izquierdo en las personas diestras. Se ha observado que personas con lesiones graves del área de Wernicke, pueden leer palabras impresas en una página, pero no son capaces de reconocer el pensamiento que asociado a cada palabra.
Existe una zona en la corteza que se encuentra lateral en el lóbulo occipital anterior y en el lóbulo temporal posterior. Su función es que el individuo pueda nombrar los objetos por su nombre.
Existe otra zona en la corteza que se encuentra en la circunvolución angular del lóbulo occipital. Es una zona de procesado visual secundario que transmite las señales visuales de las palabras que se leen hasta el área de Wernicke. Se necesita este área de neocorteza para extraer el significado de las palabras percibidas visualmente.
Además de estos ejemplos, creemos que en la acción de escribir tienen que jugar un papel muy importante las áreas relacionadas con la memoria, así como los circuitos que permiten que una acción aprendida, como es la escritura, se convierta en un hábito. En esta función serían de vital importancia el hipocampo y la amígdala así como todas sus conexiones.
La escritura precisa de movimientos muy finos de los dedos, que inevitablemente tienen que estar controlados por la corteza cerebral. Esta información debe descender desde corteza hasta los niveles de médula desde dónde se inician los nervios que van a ir a inervar los músculos del brazo, del antebrazo, y sobre todo de la mano. Esta información podría descender por la vía corticoespinal.
Se han descrito muy pocas patologías relacionadas únicamente con la función de escribir. Si hay disfunción en el acto de escribir, normalmente va acompañada de más disfunciones en otros sistemas. Quizás por este motivo la investigación de los centros y de las vías que controlan la escritura, resulte una tarea ardua y difícil.
Aún así, hace unos años, en 1991, un investigador italiano, estudió el caso de dos sujetos cuyas disfunciones no se habían observado en ningún paciente hasta ese momento.
Los dos pacientes sufrían un déficit específico que les impedía escribir vocales.
El primer sujeto, C.F., había sufrido una isquemia cerebral del lóbulo parietal del hemisferio izquierdo. Al principio, no podía hablar en absoluto pero podía comunicarse mediante gestos, además su comprensión verbal auditiva era clínicamente normal. Sólo podía escribir con la mano izquierda a causa de la hemiplejia del lado derecho causada por la isquemia cerebral. Cuando se le pedía que escribiera su nombre o el nombre de su ciudad, el paciente omitía todas las vocales dejando un espacio en blanco entre las consonantes, las cuáles sí conseguía escribir. En los días siguientes, el paciente mostró una leve afasia de Broca con dificultades en la articulación y algunas pausas anómalas.
Este caso fue totalmente revelador ya que no se había dado hasta el momento.
El segundo sujeto, C.W., había sufrido una isquemia en la región subcortical frontal izquierda. No tenía ni disfunciones motoras, ni disfunciones sensitivas.

Mostró una forma de afasia motora subcortical acompañada de algunas dificultades en el inicio del habla pero con una buena comprensión verbal auditiva. El habla espontánea quedó muy reducida con perseverancia y parafasias ocasionales, pero no presentaba disfunción en la articulación. Mostró un déficit específico en la escritura. Le afectaba el número de letras de cada palabra, pero no el número de sílabas. Cometía menos errores escribiendo mayúsculas que minúsculas. Además, no podía escribir vocales sueltas ni sílabas dictadas sin cometer errores. Hacía sustituciones, transposiciones y omisiones de vocales sólo cuando se le pedía una secuencia multisilábica de letras. Escribía con su mano derecha. La conclusión a la que se llegó es que sufría un deterioro de la memoria a corto plazo específicamente para la escritura. Otro caso curioso es el de V.J., una mujer zurda de 30 años que sufría de ataques epilépticos desde los 13 años, decidió someterse a una resección del cuerpo calloso, tras la cual se observó una disociación entre en lenguaje verbal y el lenguaje escrito. Cuando se le exponían palabras al hemisferio izquierdo de esta paciente ella podía perfectamente leerlas y decirlas en voz alta, pero no podía escribirlas. Sin embargo, cuando las palabras se le presentaban a su hemisferio cerebral derecho, no podía leerlos en voz alta, pero los podía escribir con la mano izquierda. Esta marcada disociación de funciones sostiene que el lenguaje verbal y escrito puede ser controlado por hemisferios diferentes, aunque como quedó demostrado antes de la resección quirúrgica ambas funciones aparecían como entidades cognitivas inseparables.
Estos dos casos muestran cuan complejo se presenta el estudio de las bases fisioanatómicas de la escritura, no tan sólo es difícil determinar regiones y vías implicadas, sino que a esto se suma la posibilidad de que no existan zonas fijas para albergar esta función. Además parece que cada elemento del lenguaje es procesado independientemente, y si unimos todo esto a la virtuosidad de la naturaleza para conjuntar todas estas funciones en un acto complejo y armónico como es la escritura se comprende mejor que la bibliografía científica sobre el tema no sea tan extensa como nos gustaría.